Como continuación del artículo anterior, que puedes recordar aquí mismo, ahora llegan los ejemplos, donde más se aprende, y por supuesto, a escribir buenos diálogos para tu novela se aprende leyendo.
Y es que no te citaría estos ejemplos si no los hubiera encontrado leyendo.
1. Ejemplo de buenos diálogos para tu novela: Francisco González Ledesma
Uno de los mejores escritores españoles del siglo XX. Ninguneado por los círculos snobs, esos que se arrogan el derecho de decidir qué es buena literatura, Ledesma escribió como enamorado de su oficio… pero como un oficio al fin y al cabo. Comenzó como escritor tras un seudónimo, escribiendo aquellas famosas novelitas que se vendían en los quioscos españoles: lectura “barata” de género para chicos y chicas. Él fue uno de los que escribían novelitas de bolsillo “para hombres”: novelas de vaqueros, del Oeste americano, de detectives, en sintonía con la colonización cultural de aquellos años, de consumo rápido y fácil. El más famoso de sus seudónimos fue Silver Kane.
Antes de eso ya despuntaba como novelista, aunque no del gusto del régimen. Gracias a las novelitas, sorteó los obstáculos de la censura y pudo seguir viviendo de la escritura.
Es una figura que me fascina. Puede que solo con las novelitas escribiera más de mil títulos, una por semana. No se conservan todas. Las he vendido en mi librería online laminaantiguedades.com, y solo hace falta leer sus descripciones y diálogos para ver que, incluso en un género tan comercial, se puede hacer literatura con mayúsculas.

El fragmento que traigo es de la primera novela que leí de Ledesma. Una novela de barrio, cuando ya estaba consagrado como escritor policíaco, había obtenido el Premio Planeta –cuando aún significaba algo en términos de calidad literaria– y escribía solo lo que quería escribir.
–(…) Si es usted amante de las delicadezas, le puedo mostrar también la foto que le sacaron en la morgue.
–No hace falta.
Había cierto asco, pero también cierta turbación, en los ojos de Mabel.
Méndez susurró:
–Cuando usted era muy joven, solía ir por la casa de madame Ruth, ¿verdad?
–Sí.
–No le preguntaré sobre eso nada más.
–Mejor.
–Si hablo con usted, Mabel, es porque estoy lleno de incertidumbres. En eso me diferencio de mis compañeros, que están seguros de todo. Y ya no le digo lo que me diferencia de los políticos.
–Cierto. –Mabel terminó su café–. Ellos siempre están seguros de la verdad.
Ledesma es el maestro de los diálogos en lengua castellana desde mediados del siglo XX hasta hoy. Murió en 2015. Mi intuición es que su obra y figura no harán sino crecer en los años venideros… si no lo dejamos todo a la inteligencia artificial.
En este fragmento vemos frases cortas, una sola palabra cuando el ritmo lo pide, o párrafos enteros si el contenido lo justifica. Acotaciones breves o extensas, todo con sentido, todo encaja, medido y pulido.
No pretendas pulir un diálogo como él lo hacía desde el primer intento. Lo suyo no tiene precedentes en la literatura española del siglo XX. Quizás solo Lope, que escribía una obra de teatro al día, se le asemeje. Ambos vivían de escribir, y eso les dio un oficio engrasado como pocos. Aprende de Ledesma, estudia sus diálogos. Pero no te compares: eso no te ayudará a encontrar tu propia voz literaria.
2º Ejemplo de buenos diálogos para tu novela: Antonio Martínez Magán
¿Quién es Antonio Martínez Magán? Un gran escritor que empiezan a conocer aquellos que quieren decidir quién escribe buena literatura y quién no… y han decidido que el estilo de Antonio les incomoda. Mi intuición es que les incomoda y acompleja la facilidad y destreza natural que tiene Magán para escribir una frase con cinco lecturas todas a la vez; hace literatura, hace crítica social, hace poesía, hace búsqueda espiritual y de autoconocimiento, hace alegato ecologista… lo puedes encontrar todo en una sola frase en este escritor, y domina como nadie el humor.

El señor Magán es un fenómeno literario en español desde que amaneció ejerciendo como periodista hace 30 años, pero es un alma incómoda y eso no se le perdona en los templos fariseos literarios. En el blog literario El GatoParto, que existía en el 2000, el bloguero escribió:
“Cambiaría toda mi obra por escribir un solo folio como lo hace Antonio Magán”.
El fragmento es de su primer libro publicado, Agotado de esperar el fin, del relato El binguero priápico. Esta recopilación de relatos estuvo guardada por su editor durante 15 años en un cajón, sin que el propio Antonio siquiera se acordase, hasta que, tras esos mismos 15 años casi sin escribir, un día le llamó para lamentar que había perdido los relatos. El editor le confesó entonces que él los tenía guardados.
En este libro, los diálogos no abundan, pero cuando aparecen, lo hacen para elevar la narración, hacer más diáfano el relato y darle fuerza quitándole espesor. Coincide con Ledesma, sin pensar en Ledesma ni en nadie, en mezclar frases cortas con frases largas, en emplear acotaciones mínimas o extensas… El diálogo cumple su función: da mucha fuerza y ritmo a la historia porque se lo da al texto narrativo. El diálogo es imprescindible para la narración sin transformarse en un guion de cine enmascarado.
— Antonio, date aire y empieza a repartir con alegría, no quiero caras serias.
— ¡Sí, señorrrr!
— No me toques los cojones, que no está la noche para bromas, aquí la gente viene a divertirse, me cago en tu padre, y pon buena cara y cumple con tu puto trabajo de una puta vez…
La mancha de sangre es redonda, demasiado grande, turbadora, es el Mar Rojo de los sueños truncados. Es el continente de la vida real. Es la miseria teñida y desparramada por el suelo. El Dios Azar ha sacado el botafumeiro de sangre para celebrar un sacrificio. Dos limpiadores frotan el mocho anárquicamente por ella, trazando líneas de vida y muerte mezcladas con desengrasante de todo a cien. Los mochos chorrean sangre coagulada dentro de un cubo azul de plástico.
— ¡Línea!
Tres líneas, joder, joder, joder, tres líneas. Hace falta más lejía. La sangre se agarra al empedrado con ilusión estúpida de inmortalidad. No se puede interrumpir la partida, hay que limpiar eficaz pero tímidamente, para que los jugadores escuchen los números con claridad y para que olviden.
— Cuando canten sesentas y setentas no escurráis el mocho…
— ¡Coño! Que la gente se confunde.
— ¡Bingo!
Toma la pasta, coge los billetes, coge los billetes y deja propina, lo que estimes correcto, lo que te salga de los huevos, no me sonrías que te corto el cuello, vicioso de mierda.
— ¡Buenas noches! ¡Enhorabuena! Son setenta mil pesetas… Diez, veinte, treinta…
— Han llamado del hospital. La Toñi se ha recuperado y lo primero que ha pedido es el dinero. Ha recobrado la conciencia y no habla de otra cosa. Antonio, coge el dinero y págale.
¿Ha recobrado la consciencia? Pero ¿cómo puede ser tan gilipollas el jefe de sala? Menuda expresión. Esto parece una serie televisiva sobre médicos, y es la puesta en vida real: “Ha recobrado la consciencia”. Si alguna vez dejo este trabajo, me calzo un pasamontañas, lo espero a la salida y le doy una paliza, así no se puede hablar, ¡Joder!
— Estimado jefe, son trescientas mil del ala. No me gusta ir solo por los hospitales con tanto dinero…
— Coge un taxi, toma mil pesetas… que alguno de cocinas vaya contigo. No podemos prescindir de un vendedor, tenemos la sala a parir. Tú verás; o te vas a pagarle a la Toñi o te vas a la mierda de aquí…
— Podría venir usted…
— Ni me van las putas ni me van los hospitales.
Menudo cabrón. Me iré solo. Las cocinas huelen a cieno y los cocineros están mal de la cabeza. Llevan muchos años viendo el vapor salir de una olla y abriendo latas de mejillones. Esa es la única postal de su existencia; la grasa. Carboneros. La hez que mueve la máquina del barco. Platos combinados para los ludópatas. (…)
¿Te has fijado en todo lo que hay en este fragmento en cuanto a escribir buenos diálogos para tu novela? Vuelve a leerlo.
Las acotaciones informan de la historia y hacen narración del conjunto de la historia, todo a la vez. La rapidez absoluta de las frases cortas, y las entradas largas de diálogo que no son más que una unión de frases cortas entrelazadas por comas, punto y comas, todo bajo un lenguaje callejero y coloquial brutal y descarnado… Da información del perfil psicológico del jefe de sala, del empleado, de La Toñi, de los jugadores del bingo, de los cocineros.
Usa la acotación como forma de presentar los pensamientos del empleado que va a llevar al hospital el dinero a la Toñi, que no es otro que un binguero priápico. Hace crítica social en sus descripciones al dibujar el escenario del bingo y la fauna de sus personajes.
Este fragmento, por sí solo, mete en la historia hasta tal punto que te inocula las ganas de comerte la historia de donde se ha extraído porque surgen preguntas, muchas, sobre qué está pasando en la trama. ¿De qué va la historia? Ahí está su genialidad y la peripecia narrativa por la que consigue esos tan buenos diálogos para su narración.
3º Ejemplo de buenos diálogos para tu novela: Miguel Delibes y su Castilla
Miguel Delibes y su novela, Castilla, lo castellano y los castellanos. El libro se publicó en 1979; entre mis manos tengo la primera edición que me llevé a casa cuando llegó a mi librería. Esta edición se puede conseguir en Internet, y te la recomiendo mucho. Para entonces, Delibes ya era miembro de la Real Academia Española de la Lengua, por más que suficientes méritos, añado, dada la obra que ya acumulaba para entonces.

No hay mucho que decir a lo que puedas leer en miles de fuentes sobre Delibes. Es uno de mis maestros. El primer fragmento suyo que leí sin saber quién era este señor fue una descripción de uno de los personajes de sus libros, Daniel el Mochuelo, en un libro escolar de lectura. A partir de entonces, Daniel pasó a ser mi nombre preferido de hombre. Y fue la manera de narrar de Delibes lo que me atrajo. Entonces, con apenas siete años, no lo sabía, solo lo sentía, que para eso hacemos literatura quienes escribimos narrativa: para sentir y provocar sensaciones. Releía el fragmento, miraba las ilustraciones, aquel niño rubio de ojos saltones y claros, y volvía a leer… Este fragmento solo es uno de los muchos que podéis encontrar en Delibes como ejemplos de buenos diálogos para una novela.
— Léelo, anda.
El Frutos desenrolló un papel y leyó a trompicones el acuerdo de la Corporación de desalojar la cueva del tío Ratero por razones de seguridad. Al terminar, el Frutos miró para el Alcalde, y el Justito, sin perder compostura, dijo:
— Ya oíste, Ratero, es la ley.
El tío Ratero escupió y se frotó una mano con otra. Les miraba divertido, como si todo aquello fuera una comedia.
— No me voy —dijo de pronto.
— ¿Que no te vas?
— No. La cueva es mía.
La roncha de la frente de Justito, el Alcalde, se encendió súbitamente.
— He hecho público el desahucio —voceó—. Tu cueva amenaza ruina y yo soy el Alcalde y tengo atribuciones.
— ¿Ruina? —dijo el Ratero.
Justito señaló el puntal y la resquebrajadura.
— Es la chimenea —agregó el Ratero.
— Ya sé que es la chimenea. Pero un día se desprende una tonelada de tierra y te sepulta a ti y al chico, ya ves qué cosas.
El tío Ratero sonrió estúpidamente:
— Más tendremos —dijo.
— ¿Más?
— Tierra encima, digo.
El José Luis, el Alguacil, intervino:
— Ratero —dijo—. Por las buenas o por las malas tendrás que desalojar.
El tío Ratero les miró desdeñosamente.
— ¿Tú? —dijo—. ¡Ni con cinco dedos!
Al José Luis le faltaba el dedo índice de la mano derecha. El dedo se lo cercenó una vez un burro de una tarascada, pero el José Luis, lejos de amilanarse, le devolvió el mordisco y le arrancó al animal una tajada del belfo superior. En ocasiones, cuando salía la conversación donde el Malvino, aseguraba que los labios del burro, al menos en crudo, sabían a níscalos fríos y sin sal.
Han pasado 46 años de la publicación de este libro. El contexto social de España ya no es el mismo, sin embargo, este fragmento te devuelve y hace actual esa sociedad rural y sus problemas entonces, a través de su ritmo, del vocabulario, de las frases tan cortísimas, del uso de la puntuación y la exclamación, de las acotaciones descriptivas y el uso de los adjetivos. Te habla de los perfiles de los personajes.
Delibes y su obra son grandes aliados en el camino de la creación literaria en castellano y, por supuesto, en la consecución de unos buenos diálogos en tu novela.
4º Ejemplo de buenos diálogos para tu novela: Flores Secas, Vidas del Palacio Xort
No me atrevía, pero he mandado a paseo las inseguridades y complejos de escritor, y te traigo uno de los diálogos que aparecen en Flores Secas, Vidas del Palacio Xort. Esta novela, mi primera novela, ha estado muchas veces a punto de ser solo un borrador perdido, depósito de energías embalsadas en un cajón.

En esta hora, elijo este fragmento como ejemplo de diálogos rápidos, de cómo a mí me gustan que aparezcan los diálogos en una novela, de la función que han de cumplir, y de cómo he mirado fuera, en muchas conversaciones callejeras, en muchas otras novelas, en diálogos de cine, de TV — aquí arriba tienes tres ejemplos en los que me miro — para llegar a páginas como la que paso a reproducir.
Espero que te sirva para conseguir unos buenos diálogos en tu novela.
La chica le miró un momento. No sabía si pedir ayuda para echarle a patadas o arrancarle los ojos ella misma. “¡Qué se ha creído este paniaguado de ricos para hablar así sin conocer lo mío!”. Pero allí plantado parecía un embajador, con su capa de paño y su bastón. Y con la honra se le había ido la vergüenza. Si la ayuda que necesitaba venía en forma de diablo, le daba igual.
—Pase.
Un mes más tarde el guardés se acercó a don Carlos, tras despedir este a los invitados de sus reuniones de la Sociedad Naturista, de la que era fundador, para anunciarle su boda. El señor receló.
—Pero Atilano, ¿madre soltera?—Busqué viudad con hijos ya mozos.
—En Madrid ha de haber cientos…
—Nada valía la pena.
—Y tan joven la madre, y el niño… y soltera, Atilano.
—Es muy limpia, y seria, poco habladora, y cumplida con las cosas de misas…
—A doña María no le va a gustar…
—He mirado por la casa Xort, patrón, pero soy yo el que se casa. Y la mujer me agrada.
—¿Y si la señora la conoce?
—La Castellana tiene más chismes que palacios.
—El niño es muy pequeño.
—Así se cría aquí a lo que yo le diga. ¡Que, si Dios manda más hijos, más joven serán, digo yo!
Carlos seguía mirándole con gesto entre reprobatorio y conciliador.
—Son ustedes los que quieren casarme.
—¿No dice que la chica le agrada?
—Por lo menos que sea la que yo elija…
Carlos asintió mientras diseñaba una estrategia mental con la que dar la noticia a su esposa, y al resto del servicio — a su doña Ángela adorada no le agradaría atraer atenciones chismosas sobre la familia ni sobre los criados, lo mismo que a doña Pepa — salvando la cuestión de la soltería de la candidata portera. No se podría ocultar, porque era voz populi en la Castellana. Pensó que la cuestión no estaba en la soltería, sino en cuándo dar a conocer que Socorro era madre soltera y ese momento sería cuando ya no fuese soltera.
—De acuerdo — zanjó, preguntándole si necesitaba algo para hacer más cómoda la llegada de la guardesa.
Es difícil analizar algo que has hecho tú mismo como si fueses otro. Solo te diré que busqué un lenguaje sencillo pero que, usando algún ramillete de palabras concretas, se distinguiese el vocabulario del señor y del sirviente, que quise frases cortas para hacer un fragmento intenso que no interrumpiese la narración sino para enfatizarla. Si conseguí crear buenos diálogos para mi novela en este fragmento, ya es cosa a valorar por el lector.
Y no lo olvides:
Escucha y lee; practica, practica, practica, trabaja, trabaja, trabaja, reescribe, reescribe, pule, pule y pule…
Así conseguirás buenos diálogos para tu novela.